sábado, 29 de septiembre de 2018

SIGNIFICADO ESPIRITUAL DEL EQUINOCCIO DE OTOÑO

SIGNIFICADO ESPIRITUAL DEL EQUINOCCIO DE OTONO
Por Juan Carlos Pons López



¡Saludos, Amigo lector! Esta semana traigo para ti un tema del cual seguramente has oído hablar: este domingo 22 de Septiembre de 2.018, a las 1:54 horas tiempo Universal, tiene lugar el equinoccio de otoño. Esto es el fenómeno terrestre, más este fenómeno tiene un significado a un nivel espiritual, físico, emocional y mental para el ser humano, significado que comparto contigo en este artículo. ¿Te interesa? ¡Acompáñame!

El equinoccio está relacionado con el movimiento del Sol, y es el momento en el cual el Astro Rey, vinculado con Apolo en la mitología griega, pasa de un hemisferio al otro, cruzando la línea del Ecuador. El equinoccio es un periodo del año donde se da una cierta igualdad en las horas del día y de la noche. Esta situación es entonces la que da origen a las cuatro estaciones del año. Mientras que en el hemisferio norte ingresa la estación del otoño en esta época del año, en el hemisferio sur ingresa la primavera.

Los equinoccios, dentro de las experiencias de vida de los seres humanos, posibilitan la preparación para los solsticios, que son los otros dos momentos del año que también están asociados al movimiento del Sol, y que dan origen al verano y al invierno. En estas estaciones, existe una diferencia mayor entre el número de horas del día y de la noche: en invierno hay más horas de noche, y en verano más horas de día.

Como te mencioné, los equinoccios preparan los solsticios, entonces el otoño está relacionado con el invierno. Pensemos en conjunto: verano, sol, brillo, luz, calor que nos invita a estar en el mundo externo, hacia fuera.



Cuando termina el verano, obviamente llegará el invierno, lo que nos invitará al movimiento hacia adentro. El otoño es el inicio de movimiento externo que se retrae para cambiar la dirección externa hacia la dirección interna.

Entonces, lo que conviene hacer durante los próximos tres meses, tanto a nivel físico, emocional, mental y espiritual, es prepararnos para el invierno. Observa el tipo de actividades que las personas mayores realizan en el otoño: tejen, aprenden a bordar, preparan las conservas, hacen cosas para recibir al invierno.

Es una estación del año que tiene características de mundo interior, de estar hacia adentro, buen momento para estar preparando los libros que podemos leer en estos momentos, de tareas del hogar que queremos ejecutar, tales como limpiar el sótano, ordenar las repisas, las cosas que están guardadas hace mucho tiempo, limpiar y ordenar los armarios, entre otras.


Como vivimos en un mundo moderno que es obsesivamente activo y dado a manifestarse hacia el afuera, toda esta propuesta puede ser interpretada psicológicamente como un momento desagradable, surgen resistencias y con ellas el desgano, la falta de motivación, la apatía.

Para captar fácilmente este concepto tomemos como ejemplo el niño que es llevado por su madre a jugar al parque, a nadar en el lago, a estar horas al aire libre y divertirse.

En un determinado momento, toda esta gran actividad terminará; y esta madre querrá y llevará al niño a su casa a descansar, cenar y dormir. La primera reacción del niño es de resistencia, de molestia, tratará de evitar a toda costa irse, y terminará retornando a casa enojado, llorando y triste.

El otoño para algunas personas trae una cierta resistencia a la energía del cambio, que viene del no querer salir del parque, del no querer retornar a casa y descansar, de manifestar la máxima resistencia a la entrada en el mundo interno.

Son los vicios del mundo moderno, del mundo excesivamente activo, que está siempre hacia fuera, pero que tiene como consecuencias, por ejemplo, el estrés, y otros desequilibrios psicológicos, ya que toda persona necesita períodos de reflexión interna para su salud espiritual, física, emocional y mental.

Es muy importante la educación de lo activo y de lo pasivo, mejor hablando, del movimiento hacia fuera y del movimiento hacia adentro. Es importante enseñar a los niños desde temprana edad que existe determinado momento que se va afuera, que se juega, que se corre y, determinado momento del día que se entra en casa, que se aquieta las acciones y se descansa.

El niño que vuelve del parque, toma una ducha, empieza a aquietar sus acciones en el agua, disminuyen los latidos del corazón, disminuye la corriente sanguínea de los músculos, se afloja; después, puede jugar dibujando, vendo una película o haciendo alguna manualidad. Ahora la actividad tiende a ser interna y no hay acción del cuerpo, el cual se prepara para el descanso.

Si desde niños tenemos estas referencias, será más fácil ir observando, administrando constantemente nuestros movimientos externos e internos.
Esta es la enseñanza de los equinoccios: aprender a administrar las actividades internas y externas. Cuanto más nos educamos para conocer los dos movimientos, tendremos una mejor salud física, emocional, mental y espiritual.



La enfermedad siempre es un desequilibrio, y el primer gran desequilibrio que solemos tener en las experiencias cotidianas de vida de hoy, es el romper con el equilibrio entre interno y lo externo.

También debemos comprender en un nivel psicológico que siempre después de lo externo existe un interno, y eso no tiene que percibirse con desgano, molestia o apatía.

Lo interno también puede ser muy activo, la gran diferencia es que se hace hacia dentro, por ejemplo dentro de casa, en la oficina; y no fuera. Observa como en el hemisferio norte el invierno presenta un clima difícil para realizar actividades en lo externo, por ejemplo la nieve o tormentas.

Claro, no sirve de algo que veamos una película, por ejemplo, que nos quedemos encantados con aquello que se dice en la película y después seguimos con nuestros vicios de actividad externa y poca creatividad para la actividad interna.

En el otoño es conveniente la creatividad interna, que será complementada por la sensibilidad del mundo interno. Estas dos dialécticas, al integrarlas, originan una gran potencia energética, que se acumula durante todo el invierno, para que podamos dentro de seis meses volver a hacer nuevamente un giro de dirección e ir hacia a la primavera, verano, a lo máximo de lo externo.

Esta dialéctica entre el mundo interno y el mundo externo también es narrada en la mitología griega a través del mito de Proserpina (Perséfone), quien es raptada hacia el inframundo (representa el otoño y el invierno) por Plutón (Hades), y luego de la intervención de Zeus (Júpiter), Plutón le permite salir a Proserpina 6 meses al año hacia el mundo exterior (primavera, verano) y para garantizarse su retorno al inframundo los 6 meses subsiguientes, le da a comer 6 semillas de granada (los seis meses del año de cada período). Este mito representa el cambio de las estaciones.

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Director: Juan Carlos Pons López
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