SIGNIFICADO
ESPIRITUAL DEL EQUINOCCIO DE OTONO
Por
Juan Carlos Pons López
¡Saludos, Amigo
lector! Esta semana traigo para ti un tema del cual seguramente has oído
hablar: este domingo 22 de Septiembre de 2.018, a las 1:54 horas tiempo Universal,
tiene lugar el equinoccio de otoño. Esto es el fenómeno terrestre, más este
fenómeno tiene un significado a un nivel espiritual, físico, emocional y mental
para el ser humano, significado que comparto contigo en este artículo. ¿Te
interesa? ¡Acompáñame!
El equinoccio está
relacionado con el movimiento del Sol, y es el momento en el cual el Astro Rey,
vinculado con Apolo en la mitología griega, pasa de un hemisferio al otro,
cruzando la línea del Ecuador. El equinoccio es un periodo del año donde se da
una cierta igualdad en las horas del día y de la noche. Esta situación es
entonces la que da origen a las cuatro estaciones del año. Mientras que en el
hemisferio norte ingresa la estación del otoño en esta época del año, en el
hemisferio sur ingresa la primavera.
Los equinoccios,
dentro de las experiencias de vida de los seres humanos, posibilitan la
preparación para los solsticios, que son los otros dos momentos del año que
también están asociados al movimiento del Sol, y que dan origen al verano y al
invierno. En estas estaciones, existe una diferencia mayor entre el número de
horas del día y de la noche: en invierno hay más horas de noche, y en verano
más horas de día.
Como te mencioné, los
equinoccios preparan los solsticios, entonces el otoño está relacionado con el invierno.
Pensemos en conjunto: verano, sol, brillo, luz, calor que nos invita a estar en
el mundo externo, hacia fuera.
Cuando termina el
verano, obviamente llegará el invierno, lo que nos invitará al movimiento hacia
adentro. El otoño es el inicio de movimiento externo que se retrae para cambiar
la dirección externa hacia la dirección interna.
Entonces, lo que
conviene hacer durante los próximos tres meses, tanto a nivel físico,
emocional, mental y espiritual, es prepararnos para el invierno. Observa el
tipo de actividades que las personas mayores realizan en el otoño: tejen,
aprenden a bordar, preparan las conservas, hacen cosas para recibir al
invierno.
Es una estación del
año que tiene características de mundo interior, de estar hacia adentro, buen
momento para estar preparando los libros que podemos leer en estos momentos, de
tareas del hogar que queremos ejecutar, tales como limpiar el sótano, ordenar
las repisas, las cosas que están guardadas hace mucho tiempo, limpiar y ordenar
los armarios, entre otras.
Como vivimos en un
mundo moderno que es obsesivamente activo y dado a manifestarse hacia el
afuera, toda esta propuesta puede ser interpretada psicológicamente como un
momento desagradable, surgen resistencias y con ellas el desgano, la falta de
motivación, la apatía.
Para captar
fácilmente este concepto tomemos como ejemplo el niño que es llevado por su
madre a jugar al parque, a nadar en el lago, a estar horas al aire libre y
divertirse.
En un determinado
momento, toda esta gran actividad terminará; y esta madre querrá y llevará al
niño a su casa a descansar, cenar y dormir. La primera reacción del niño es de resistencia,
de molestia, tratará de evitar a toda costa irse, y terminará retornando a casa
enojado, llorando y triste.
El otoño para algunas
personas trae una cierta resistencia a la energía del cambio, que viene del no
querer salir del parque, del no querer retornar a casa y descansar, de
manifestar la máxima resistencia a la entrada en el mundo interno.
Son los vicios del
mundo moderno, del mundo excesivamente activo, que está siempre hacia fuera,
pero que tiene como consecuencias, por ejemplo, el estrés, y otros
desequilibrios psicológicos, ya que toda persona necesita períodos de reflexión
interna para su salud espiritual, física, emocional y mental.
Es muy importante la
educación de lo activo y de lo pasivo, mejor hablando, del movimiento hacia
fuera y del movimiento hacia adentro. Es importante enseñar a los niños desde
temprana edad que existe determinado momento que se va afuera, que se juega,
que se corre y, determinado momento del día que se entra en casa, que se
aquieta las acciones y se descansa.
El niño que vuelve
del parque, toma una ducha, empieza a aquietar sus acciones en el agua, disminuyen
los latidos del corazón, disminuye la corriente sanguínea de los músculos, se
afloja; después, puede jugar dibujando, vendo una película o haciendo alguna
manualidad. Ahora la actividad tiende a ser interna y no hay acción del cuerpo,
el cual se prepara para el descanso.
Si desde niños tenemos
estas referencias, será más fácil ir observando, administrando constantemente
nuestros movimientos externos e internos.
Esta es la enseñanza
de los equinoccios: aprender a administrar las actividades internas y externas.
Cuanto más nos educamos para conocer los dos movimientos, tendremos una mejor
salud física, emocional, mental y espiritual.
La enfermedad siempre
es un desequilibrio, y el primer gran desequilibrio que solemos tener en las
experiencias cotidianas de vida de hoy, es el romper con el equilibrio entre
interno y lo externo.
También debemos comprender
en un nivel psicológico que siempre después de lo externo existe un interno, y
eso no tiene que percibirse con desgano, molestia o apatía.
Lo interno también
puede ser muy activo, la gran diferencia es que se hace hacia dentro, por
ejemplo dentro de casa, en la oficina; y no fuera. Observa como en el
hemisferio norte el invierno presenta un clima difícil para realizar actividades
en lo externo, por ejemplo la nieve o tormentas.
Claro, no sirve de
algo que veamos una película, por ejemplo, que nos quedemos encantados con
aquello que se dice en la película y después seguimos con nuestros vicios de
actividad externa y poca creatividad para la actividad interna.
En el otoño es
conveniente la creatividad interna, que será complementada por la sensibilidad
del mundo interno. Estas dos dialécticas, al integrarlas, originan una gran
potencia energética, que se acumula durante todo el invierno, para que podamos
dentro de seis meses volver a hacer nuevamente un giro de dirección e ir hacia
a la primavera, verano, a lo máximo de lo externo.
Esta dialéctica entre
el mundo interno y el mundo externo también es narrada en la mitología griega a
través del mito de Proserpina (Perséfone), quien es raptada hacia el inframundo
(representa el otoño y el invierno) por Plutón (Hades), y luego de la
intervención de Zeus (Júpiter), Plutón le permite salir a Proserpina 6 meses al
año hacia el mundo exterior (primavera, verano) y para garantizarse su retorno
al inframundo los 6 meses subsiguientes, le da a comer 6 semillas de granada
(los seis meses del año de cada período). Este mito representa el cambio de las
estaciones.
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Academia Júpiter
Director: Juan Carlos Pons López
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